domingo, 27 de mayo de 2007

Reportaje social

ADOLESCENTES SIN CONTROL
Jóvenes de 14 a 17 años tienen libre acceso en las discotecas de los Conos de Lima para beber y fumar sin que las autoridades hagan nada al respecto
Son las cinco de la tarde de un viernes cualquiera y decenas de jóvenes se apresuran a entran a la matinée. La discoteca de moda del Cono Norte se encuentra llena y la pista de baile totalmente abarrotada. “Como un animal, me la voy a tirar, la voy a devorar, como un animal, me la voy a llevar, machucando, por la capital, ese material, demasiado brutal, super anormal, sonido brutal, como un animal, machucando…”. Las jóvenes quinceañeras se menean al compás del reggetón pasando de la euforia al descontrol con su pareja de turno. El baile de moda llamado
perreo hace a un lado las normas sociales y el pudor: los cuerpos no sólo se rozan sino que pasan a la exploración. Lo sugerente se convierte en explícito.

La popular matinée cuesta 5 soles la entrada y se realiza en esta discoteca los jueves, viernes y domingo desde las 2 de la tarde hasta las 8 de la noche, hora en la que sus asistentes, cuyas edades promedio oscilan entre 14 y 17 años, son retirados para dar pase a la discoteca para adultos, donde solo se permite la entrada con DNI y el costo de 10 soles.

Cada cerveza cuesta 7 soles por botella y la sangría a 12 soles la jarra. Los adolescentes hacen su chanchita y adquieren la bebida de su elección, siendo su predilecta la sangría por ser más rendidora y, a su vez, la más “trepadora”. El vino con el que se elabora la sangría es de la más baja calidad pudiéndolo comprobar al echar un vistazo a las botellas sin marca que se encontraban tiradas dentro del bar. Claro está que este detalle pasa desapercibido en los jóvenes que lo único que desean es tomar con su grupo y pasarla bien.

“Bailando, lo de nosotros vamos a resolverlo, bailando, sin miedo dale que me estás calentando…”. Las letras de las canciones alborotan a la muchedumbre quienes forman largas filas, uno detrás de otro intercalándose hombres y mujeres y empieza el sandungueo, apretándose por la cintura sin perder el compás. Para perrear no necesitan hablar, solo bastan los gestos, un intercambio de miradas y el mensaje que emiten sus cuerpos. “Pide lo que tú quieras, no ´toy jugando, sin miedo déjate llevar por el mambo, Machucando, machucando”

Las chicas se desinhiben en la pista de baile, muchas de ellas llegan al local con su grupo de amigas quienes esperan con paciencia que algunos de los muchachos que se encuentran tomando, les inviten tragos y cigarros. Para ellas la timidez no existe y sin dudarlo sacan a bailar al chico que más les gusta, teniendo como principal arma de seducción el desenfreno del baile, cuyo pegajoso ritmo alimenta aún más sus ya revoloteadas hormonas.

El tiempo transcurre en la discoteca con gran celeridad, cada canción es bailada como si fuera la última hasta que, de pronto, el reggetón es cambiado por una salsa sensual y luego por una balada, cambio radical que indica que la matinée está llegando a su fin, por lo que los adolescentes intercambian teléfonos, emails y en muchos casos, besos y caricias con la promesa de volverse a ver en la próxima matinée.

Los jóvenes se retiran a sus casas al promediar las 8 de la noche. Muchos de ellos, hábilmente, llevaron dos polos en sus mochilas para poder cambiarse, pues éstos se encuentran impregnados del olor a cigarro y alcohol que consumieron en demasía. Sus padres, al verlos llegar, pensarán que estuvieron en el colegio donde estudian en el turno tarde; otros, pensarán que vienen de las cabinas de Internet o de juntarse con su grupo de amigos con quienes estuvieron haciendo sus tareas. En el peor de los casos, y lamentablemente en la mayoría, sus padres aún no habrán llegado a casa ni se habrán percatado en donde estuvieron sus hijos, quienes con total libertad, aprovechan la situación, y la repiten constantemente, llegando a ser, una bomba de tiempo silenciosa.

martes, 15 de mayo de 2007

La fotografía en mi vida

Entre los cursos de la Universidad que más me agradaron fue el Curso básico de Fotografía. Lo llevé cuando estaba en IV ciclo, y aunque nunca aprendí con exactitud cómo usar la cámara mecánica (soy muy mala con los objetos mecánicos y también con la tecnología) el sólo hecho de esperar las fotografías que había tomado y revelarlos tanto en negativo como positivo me causaba un gran placer. Para aquellas personas que alguna vez han revelado el rollo, podrán estar de acuerdo conmigo que es sumamente tenso, pues todo el proceso se hace en la oscuridad absoluta y no admite el más mínimo error, pues está en juego el total de tus tomas fotográficas.


Mis fotografías no son dignas para ningún concurso, es más, muchas de ellas están sobreexpuestas, es por ello que empecé diciendo que nunca aprendí (hasta el día de hoy) las técnicas básicas de fotografía, algo de lo cual me arrepiento, pero que lo he podido superar :)


Como era un curso básico, los temas de las fotografías eran libres, por lo que decidí hacer tomas de la naturaleza, cuidad, mis sobrinos, objetos, autos... es decir... hice tomas a todo lo que veía, pues no me interesaba la toma en sí, sino que lo que yo quería era revelar el rollo, me parecía increíble como la combinación precisa de los químicos hacía que la imagen aparezca, el uso de la ampliadora para hacer que mi negativo se "traslade" a mi papel fotográfico... era una sensación muy confortable para mí.